¿Humanos o humanoides?
Por Luis Burgos
INTRODUCCION DEL AUTOR
El incidente de marras acontece en un año top de la
casuística OVNI argentina, como lo fue la oleada de 1965. La coherencia del
relato del testigo y los pormenores del suceso lo ubican a la fecha como uno de
los clásicos en lo que se refiere a Encuentros Cercanos del tercer Tipo, a tal
punto que Pereyra sigue insistiendo hoy que aquel día se cruzó "con un
ruso....".
Años atrás, el Ing. José Marengo me manifestaba que
este caso había sido uno de los que más le había impresionado entre todas sus
investigaciones. Marengo en esa época era Asesor de ONIFE, el instituto
liderado por Fabio Zerpa y años después tuve el placer de contarlo en mi grupo
y en mis investigaciones de campo. En 1999, el investigador Paco Martínez, del
grupo CEFU-Hemisferios, de BS. As. me confió que pudo acceder a Pereyra, y
éste, a pesar de los 34 años transcurridos narró lujosamente todo el episodio.
Algo similar le ocurrió a Daniel López, de nuestra FAO, cuando en 1986 entrevistó
a María Elodia Pretzel, en Villa Carlos Paz, Córdoba, respecto a la
"visita" de una extraña entidad que había tenido en 1968.
UBICACION GEOGRAFICA
El escenario del caso se ubica en el Monte de los
Curas, zona donde años atrás había un viejo monasterio. Está ubicado en Villa La
Florida , localidad de San Francisco
Solano, a unos 18
kilómetros de la
Capital Federal. Para acceder a él, hay que trasponer un arroyuelo que cruza las vías del ferrocarril General Belgrano. Nótese ya las tres "pautas de comportamiento"
o "polos de atracción": monte, agua y vías.
EL TESTIGO
Ramón E. Pereyra, a la sazón con 38 años, era una
persona que gozaba de estima en la región. Comerciante trabajador de toda su
vida, casado, con dos hijos y sobre todo un hombre confiable ante una narración
tan significativa como ésta, ya que la misma no contiene rasgos
sensacionalistas ni fines publicitarios. En ningún momento mencionó la palabra
"extraterrestre" sino que según él, aquella jornada se cruzó con un “ruso”…
LOS HECHOS
A las 8.30 horas de la mañana del 20 de Julio de 1965,
el día se presentaba nublado y con llovizna. El testigo se desplaza en su
camioneta repartiendo la leche y el pan, tal como lo hace habitualmente. De
pronto "ve caer del cielo una especie de paracaídas luminoso...". Se
baja del móvil, camina unos 500
metros , cruza el arroyo y llega al
Monte de los Curas. Allí se da cuenta que aquello que descendió no era un
paracaídas…
LOS SERES
Dentro de un artefacto posado y de forma ovoidal con
cúpula transparente, en uno de los asientos y dando la espalda a Pereyra, había
un individuo vestido con mameluco gris y una capucha. Pero a unos 30
metros en el bosque, se hallaba otra persona, igualmente
ataviado pero con la capucha tirada hacia atrás, lo que permitió ver
nítidamente su rostro. De una estatura entre 1.75 y 1.80
metros la entidad portaba unos binoculares grandes colgados
de su cuello y una cartuchera en su pierna derecha. También se le observó un
cinturón con hebilla plateada y botas "como de cuero". De cabello
rubio y corto, tirado para atrás, daba la sensación de ser una persona normal,
quizás extranjera.
LA ACTITUD DEL NO CONTACTO
Tal como el 90% de los EC III, la actitud de
indiferencia hacia los testigos o la huida repentina, se vuelve a manifestar en
éste caso. El ocupante que estaba afuera del OVNI, mirando el cielo con un
papel en la mano, al notar la presencia de Pereyra, sale caminando presuroso
hacia el objeto y se cruza con éste. Para esto, el protagonista de la insólita
visión le pregunta al visitante si necesitaba "algo", ya que piensa
que eso era un pequeño avión.
El ser no le contesta, apoya una mano en la cúpula del
navío y ésta se levanta y el extraño se sienta, cerrándose la misma. De
inmediato, un ligero sonido de soldadura autógena sale de los escapes y el OVNI
comienza a elevarse verticalmente, para detenerse a unos 30
metros por encima de la copa de los árboles y salir despedido vertiginosamente como
"una luz alargada..."
Pasarían varios días para que Pereyra cuente su
experiencia.
MI HIPOTESIS DE TRABAJO
Los puntos fundamentales surgen de los mismos
pormenores de los sucesos. El primero radica en la eventual "misión"
del OVNI y sus tripulantes. Sin dudas, que esa mirada al cielo, con papel en
mano y binoculares puestos del individuo parado, sumada a la "espera"
de su compañero en la nave, indican que "algo" pasaría por el cielo y
era sin dudas era el objetivo de los ovninautas ¿Otro objeto de los suyos?
¿Acaso la nave madre? ¿O un escondite apresurado? Todo indicaría que no estamos
en presencia de una "reparación momentánea" como sucedió en otras
oportunidades...
El segundo relaciona el descenso humanoide con el
viejo monasterio que en tiempos pasados se levantaba en las inmediaciones, lo
que mantendría la vigencia del merodeo de estas inteligencias en sitios donde
se ubican abadías, conventos, iglesias, órdenes religiosas, etc.
La última gran suposición nos plantea la conmoción
mundial sobre que hubiera ocurrido si en lugar de Ramón Pereyra, de actitud
pasiva, hubiese estado Eugenio Douglas, quién en 1963 en Monte Maíz, Córdoba,
apeló a su facón para "defenderse" de los humanoides… o los tres policías (¿o militares?) que dispararon sus ametralladoras contra
los seres del arroyo Tapalqué en la provincia de Bs. As en 1968… y porqué no, de alguien que arma en mano disparara sobre los
personajes… ¿Otro Roswell? ¿Otro Varguinha? ¿O una trifulca tipo callejera de un terrestre con un
extraterrestre con final impredecible? Dudas y más dudas de un caso excepcional para la época…