domingo, 9 de agosto de 2020

LA CACERÍA OSNI DE GOLFO NUEVO

por Luis Burgos (FAO-ICOU)


INTRODUCCIÓN

Pocas veces, casi nunca, me atrevo a publicar íntegramente  trabajos de otros colegas, sino que al extraer información de distintas fuentes, se les da el crédito que se merece cada una. Pero en esta oportunidad, leyendo una y otra vez el presente y estupendo artículo, era un desperdicio que no se transcribiera casi en su totalidad el incidente del Golfo Nuevo. Por tanto, agregamos más datos casuísticos a los ya existentes, con algunos cambios fotográficos y lo hacemos público.

  
ANTECEDENTES

La presencia de extraños objetos emergiendo de las aguas argentinas data de la década del 40, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, cuando numerosos pobladores bonaerenses y patagónicos comienzan a denunciar avistamientos de misteriosos submarinos merodeando nuestras costas. Así las cosas, arreciaron avisos desde Punta Indio a Tres Arroyos, pasando por Mar del Tuyú, San Clemente, Villa Gesell, Mar del Plata, Necochea y Claromecó. En Río, Negro la zona de San Antonio Oeste y Caleta de los Loros, también fue moneda corriente de estos escurridizos navíos. Todos los indicios conducían a un solo origen: Nazis escapando del conflicto bélico y buscando refugio en nuestra tierra


Pero ya en la década siguiente la situación cambio, debido a que, testigos del litoral atlántico sur, comenzaron a distinguir en las aguas, artefactos que nada tenían que ver con la presencia de submarinos nazis. Inquietantes objetos que entraban y salían del mar como cualquier vecino que realiza una diligencia y regresa a su hogar. Así de simple.

El 6 de junio de 1950, el joven Romeo Suárez, chofer del cuerpo de bomberos fueguino, denunció un estrépito en las aguas y la salida a unos 500 metros de la costa, de un objeto luminoso, de forma ovalada que ascendió verticalmente, viro 90° hacia el noroeste y desapareció, al tiempo que un grupo de ovejas corrían asustadas por la zona. Eran las 23:00 Hs. y se hallaba en Río Grande, Tierra del Fuego.


Dos semanas más tarde, el mismo protagonista, mientras transitaba una noche por Puerto Coyle, en Santa Cruz, ve emerger una flotilla de cuatro pequeños objetos esféricos que tomaron rápidamente dirección oeste. Según lo manifestado por Suárez, al momento de la salida de los cuerpos el mar parecía “bullir”

Una noche de 1953, Vicente Bordoli y su hijo Hugo, se dirigían en su camión por la RN 3 hacia Bahía Blanca, en el sur bonaerense, cuando a la altura de Comodoro Rivadavia, Chubut, observan las evoluciones de un objeto volador que se sumergió en el mar, produciendo “una gran luminosidad lechosa en las aguas”.

En febrero de 1957 se produjo un episodio de alarma en la Armada Argentina: Detectaron lo que parecía ser un submarino de origen desconocido en el Atlántico sur, al cual trataron por cinco días de rastrear e identificar, sin éxito.

En mayo de 1958, aparece otro objeto submarino en aguas jurisdiccionales argentinas. Este intruso no podía haber elegido peor sitio: Se trataba del lugar donde, precisamente, la Armada se hallaba realizando maniobras.

La cuestión es que, el visitante fue duramente atacado por la Marina y la Aviación Naval. El 21 de mayo de 1958 se encontraban en el Golfo Nuevo, provincia de Chubut, los cruceros General Belgrano (hundido harteramente por un submarino atómico inglés en 1982), 9 de Julio y La Argentina; los destructores Buenos Aires, Entre Ríos, Misiones y Santa Cruz, el buque taller Ingeniero Iribas y los remolcadores Sanavirón y Charrúa, más algunos aviones navales. Por 24 horas este “submarino” fue detectado por medios electrónicos y visuales, al cual se le lanzaron 22 cargas de profundidad.

A las 18:03 horas, el Buenos Aires divisa movimiento hacia la costa y cuando va hacia ella para observar, avista una estela a su estribor e inmediatamente ve un periscopio a una distancia de 220 metros, cayendo entonces a su encuentro. Carga su artillería y trata de embestir al submarino, siendo asistido por el Entre Ríos y el Santa Cruz, mientras el Misiones investiga las embarcaciones de la costa (son dos pesqueros pequeños). Al pasar el Buenos Aires sobre la estela del periscopio -pintado de marrón claro, y aparentemente con un snorkel- observa manchas de aceite. El periscopio fue visto por oficiales y tripulantes de las estaciones del Comando, Control de Artillería y piezas de artillería del buque, además de los vigías. 

Un avión de patrulla Martin Mariner con 8 cargas de profundidad sobrevoló el Golfo en su búsqueda. El Misiones y el Santa Cruz, que mantienen contacto sonar con el submarino, dirigen el ataque del avión Martin Mariner, largando éste cinco cargas de profundidad. Se pierde todo contacto.

Se detectaron varias veces manchas de aceite en su ubicación. No obstante haber estado "encerrado" en un Golfo con una salida estrecha, y ser perseguido por un grupo de destructores y aviones, este “objeto submarino” logró aguantar toda la presión de sus perseguidores y escapar. Los informes preliminares daban cuenta incluso de que habría sido severamente averiado, pero lo cierto es que no se hallaron restos que así lo acreditaran. Todo indica que se trataba de un OSNI (objeto submarino no identificado).

Al día siguiente, 22 de mayo de 1958, casi un mes después de asumir, el presidente Arturo Frondizi, abogado y periodista argentino, que ocupó el cargo de presidente entre 1958 y 1962, brindó una conferencia de prensa. Reconoció la presencia de un sumergible en la Patagonia, al noroeste de Puerto Cracker, en Golfo Nuevo, provincia de Chubut. La Fuerza Aérea y la Marina desataron un incesante ataque, pero evidentemente el navío logró huir. Sus palabras dejaron asombrados a los periodistas reunidos.

Volvería a acontecer lo mismo en octubre de 1959, esta vez en el Golfo de San Jorge, muy cerca del anterior. Con los mismos resultados: el sumergible eludió prolijamente los esfuerzos conjuntos de la marina y la aviación argentina. Pero el extraño caso recién empezaba. Todo esto no fue más que un "precalentamiento", ya que el asunto se puso realmente serio al año siguiente, cuando sucedería lo que la prensa llamó "La Batalla del Golfo Nuevo". 

En “Operación Patagonia 2017” no sólo pudimos investigar en Puerto Madryn, San Antonio Oeste, Las Grutas y Bahía San Blas, sino también realizar las típicas vigilias nocturnas por los mares del sur

Lo verdaderamente  significativo ocurriría ni bien comenzó la década del 60: Desde el 30 de enero de ese año hasta el 25 de febrero, dos objetos submarinos no identificados, en la costa atlántica, movilizaron a toda la Marina, la Fuerza Aérea y el Ejército de la República Argentina.


COMIENZA LA CACERÍA

El
 30 de enero de 1960, algunas unidades de la Armada Argentina que se hallaban en el Golfo Nuevo, en la península Valdés, distinguieron un submarino a las 09:10 Hs. de la mañana que, viéndose detectado, se sumergió de inmediato.

Es atacado por los dos patrulleros: ARA Murature y ARA King. La acción se desarrolla hacia fuera del golfo, dando la impresión de que trataba de arrastrar a sus atacantes mar afuera. Esto llevó a sus perseguidores más allá de las 12 millas de la costa.  Al salir el submarino fuera del mar territorial, las autoridades navales ordenaron suspender la persecución y regresar al Golfo.


Esa noche del 30 de enero, reanudada la navegación hacia Puerto Madryn, obtienen un nuevo contacto en el interior del golfo, haciendo sospechar que se trataría de otro submarino. Dado el alerta, el alto mando puso en juego absolutamente todo lo que tenía en la zona. Se suceden varios ataques con intervención de un avión P2V Neptune, enviado a apoyar los patrulleros. Aparentemente el blanco sufre una disminución de su capacidad de evasión, presumiblemente por algún daño anterior o durante su persecución. En ningún momento utilizó sus armas, ni intentó identificarse. Perdido el contacto, la escuadrilla retornó a patrullar la boca del golfo durante la noche, con el apoyo de un avión PBM Martin Mariner, enviado en su apoyo.

De inmediato se ordenó el ataque por parte de la aviación, que utilizó hidroaviones para bombardear a los intrusos. Este primer incidente con el objeto submarino no identificado, tuvo una duración de 36 horas 40 minutos, abarcando desde las 09:10 Hs. del día 30 de enero de 1960, hasta el día 31 de enero a 21:50 Hs. En ella tuvieron lugar alrededor de 40 contactos de sonar activo y pasivo (escucha hidrofónica).

Como consecuencia de estos contactos se produjeron 21 acciones antisubmarinas por parte de los patrulleros Murature y King, en las que se efectuaron seis ataques con rosa completa de cargas de profundidad, cuatro ataques con rosa reducida y se lanzaron cinco cargas intimidatorias. También intervinieron un avión antisubmarina P2V-Neptune y un PBM-Mariner, que efectuaron 11 ataques con bombas antisubmarinas. No cabía duda que los “submarinos” eran dos, uno de ellos había restringido su velocidad alrededor de 10 nudos mientras el otro mantenía 17 nudos. Denominaron Alfa al que detectaron repetidamente cerca de Puerto Madryn y Bravo al que parecía llevar a los perseguidores a la boca del golfo.

El 1º de febrero de 1960 vuelve a ser detectado el objeto submarino, desde las 06:52 Hs. hasta las 18:58 del 10 de febrero de 1960. En ella se produjeron alrededor de 50 contactos hidrofónicos, sonar y fundamentalmente cuatro contactos visuales de submarino en superficie, que provocaron dos acciones con artillería.


Se incorporan más navíos de combate, los destructor ARA Santa Cruz, la fragata ARA Sarandí, la fragata ARA Azopardo, el destructor DIO ARA San Luis, la fragata ARA Hércules, el destructor ARA Buenos Aires, el destructor ARA Entre Ríos y la corbeta ARA República.

Tras días de sucesivos ataques, se constató que uno de los submarinos había escapado y el otro seguramente había sido averiado, pues se vio obligado a salir a la superficie en la noche, siendo avistado y atacado por artillería de buques.

En vista de que uno de los misteriosos sumergibles había eludido el cerco, la armada argentina trató de evitar, por todos los medios, que el otro ganara también el océano. En una operación sin precedentes, los buques Cervantes, King y Muratore procedieron a minar por completo los 16 kilómetros de ancho de la boca de salida del Golfo Nuevo. Como dato de color debo decir que en esas intervenciones, estuvo presente mi hermano Pedro Trachsler, que revistaba en el ARA Cervantes en situación del servicio militar y me comentó de primera mano, las acciones bélicas en pos del visitante desconocido, quien en una ocasión hasta llegó a pasar por debajo del buque


Bloqueada la salida, se habían acabado las opciones del intruso. Junto con el minado, se había dispuesto la movilización del ejército que desplegó sus tropas terrestres a lo largo de las costas del Golfo Nuevo, para imposibilitar un desembarco de la tripulación enemiga, fuese ésta la que fuese.

Como medida complementaria, por la noche se disparaban bengalas incesantemente sobre las aguas, al tiempo que varios reflectores trasladados especialmente a la zona, barrían la superficie en busca de ubicar al submarino fantasma.

Mientras tanto, los periódicos especulaban sobre el origen, intenciones y posibilidades del intruso. Pronto comenzaron a publicarse esquemas que mostraban la profundidad del Golfo Nuevo (que era sumamente variable en su extensión), sugiriendo cómo se estaría ocultando el submarino para evitar los ataques. Como los días pasaban y no surgían más indicios, el 11 de febrero fue dada la “orden presidencial” de ataque total. El significado práctico de ello, fue la participación de 40 aviones y 13 buques de guerra, en un operativo que procuró, por todos los medios, la destrucción del submarino!

Este ataque argentino hacia el “submarino” tuvo una duración de nueve días, abarcando desde las 07:58 horas del 11 de febrero, hasta las 06:00 horas del 19 de febrero de 1960. En ella se produjeron alrededor de 35 contactos, casi siempre en las dos zonas habituales de la fase anterior: costa sur del golfo, entre Punta Este y Punta Ambrosetti, y algunas incursiones  en la zona norte.

Se registraron 31 acciones en las que se efectuaron 17 ataques con cargas de profundidad, cinco ataques con erizo, un ataque con artillería Bo-Fors 40/60, cuatro ataques con bombas A/S aéreas y dos ataques con torpedos buscadores MK43. Todas las rutas comerciales fueron desviadas de la zona y las actividades de pesca fueron prohibidas, por tiempo indeterminado.


LLEGAN LOS YANKIS

El día 13 de febrero se sumó a la fuerza de ataque un equipo especial de lucha antisubmarina, enviado por EE.UU y pertrechado con cargas de profundidad y boyas de localización de última generación, que debían asesorar al vicealmirante Alberto Raga, Jefe de Operaciones Navales por entonces.  La US Navy de los EE.UU. envió un Globemaster con una comisión de 13 expertos y armas antisubmarinas que, terminada la misión, desgraciadamente tuvo un final trágico, pues en su viaje de regreso se estrelló con un avión comercial a la entrada de Río de Janeiro, pereciendo ocho de sus miembros. Su jefe, el Capitán Ray Pitts sobrevivió a la tragedia.

El objeto se encontraba rodeado y parecía sellada su suerte. Pero al día siguiente la situación dio un vuelco inesperado y el ratón se transformó en gato. El 14 de febrero de 1960, los asombrados operadores de sonar argentinos, detectaron la presencia de dos naves submarinas de tamaño mucho más grande que cualquier sumergible que conocieran. Maniobraban a alta velocidad alrededor de la flota argentina, en intento aparente de ayudar al intruso no identificado que se encontraba sumergido a 150 metros de profundidad, para que pudiera romper el cerco. La respuesta de la Armada Argentina fue sumar varias naves más a la operación, incluyendo al portaaviones Independencia.


Entre los días 15 y 20 de febrero se produjeron varios incidentes entre los intrusos y la flota argentina. Siempre con el mismo patrón: detección, localización, ataque y luego desaparición.

Pero el día 21 de febrero, la armada argentina decidió sacar un as de la manga: un nuevo tipo de torpedo electrónico. A diferencia de lo conocido hasta entonces, este tipo de torpedo se consideraba extremadamente difícil de eludir: disparado en forma convencional por submarinos o naves de superficie, al llegar a cierta distancia del blanco se activaba un sensor electrónico que guiaba, de allí en más, el arma hasta su destino.


El golpe de suerte pareció presentarse en la madrugada del 21 mismo: detectado el submarino, le dispararon un torpedo que se acercó peligrosamente a su blanco y falló. Dos torpedos más corrieron igual destino, seguidos de una serie que se lanzó desde aviones y, pese a ser guiados por sonar, no dieron en el blanco.

El día 22 de febrero, sin embargo, corrieron rumores de que un submarino había emergido brevemente en el golfo, dejando una mancha de aceite tras de sí. De ser cierto, significaba que el intruso estaba averiado.

En vista de ello, comenzaron a lanzarse cargas de profundidad cada diez minutos, para obligarlo a subir (o destruirlo en su caso), al tiempo que se buscaba impedir que los buzos del submarino efectuaran reparaciones. Pero los días pasaron sin más novedades y el "barrido" de la zona por el sonar, ya no arrojó señal alguna. Todo esto sucedió a 1045 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.


EL FINAL DE LAS OPERACIONES Y LAS EXPLICACIONES

El 25 de febrero se dio por concluida la operación, que había sumado “la mayor concentración aeronaval argentina hasta entonces”. Se disuelve así la Fuerza de Tareas 23, al no producirse nuevos contactos con el incursor, no produciéndose acciones antisubmarinas. Su característica fue un prolijo rastrillaje durante el día, que aseguró la no presencia de submarinos. Se emplearon buzos tácticos (hombres rana) en la zona sospechosa de Punta Loma, centro de muchos contactos, sin resultados positivos.

En tren de intentar explicar este misterio mayúsculo, se formularon una serie de hipótesis, ninguna de las cuales era demasiado completa o apropiada.

En principio, se pensó en submarinos de "una potencia extranjera" (eufemismo que se usaba para significar la Unión Soviética, sin decirlo expresamente). Pero más allá de las lógicas negativas del gobierno de la URSS, lo cierto es que nunca hubo indicios reales de tal cosa. Una variante de esta idea, era que se trataba de submarinos de origen soviético que venían por el oro nazi, supuestamente escondido en submarinos alemanes hundidos en la costa de la Patagonia.

El agregado soviético en Buenos Aires, Constantine Kourin, rechazó inmediatamente la idea de que las naves fueran de su país, y el viceprimer ministro Anastás Mikoyán, que estaba de visita en Cuba, realizó una confusa declaración: “Lo único que van a matar es un montón de peces”. Lo que se transformó en realidad cuando, en la orilla opuesta al lugar en que se presumía estaba oculto el submarino, a unas 40 millas de Puerto Madryn, comenzaron a aparecer una gran cantidad de peces muertos flotando en el mar y cierto número de cadáveres de pingüinos, pero ningún resto de una posible avería del submarino.


LAS HIPÓTESIS DE PROCEDENCIA

Tras las misteriosas y molestas palabras de Mikoyan, y la siguiente declaración formal del gobierno de la URSS, negando que ninguna nave rusa se encontraba en Golfo Nuevo, la hipótesis soviética fue perdiendo fuerza, hasta casi desaparecer por completo. Especialmente, cuando con el paso de los días, se comprobó que la URSS no realizaba ningún intento diplomático o militar para ayudar al submarino fantasma.

Lo siguiente fue apuntar a que se tratase de un submarino procedente de otro país distinto de la URSS. Pero la hipótesis se anulaba del mismo modo. Además, ya al principio del asunto, el gobierno de Frondizi había enviado comunicados a 26 países distintos, solicitando especificar si el navío operaba bajo su bandera. Todos lo negaron (aunque muchos eran "afines" a los intereses argentinos de la época y, si el submarino hubiera sido suyo, habrían podido solucionar el problema bajo cuerda).


¿Por qué no un submarino de otra potencia naval? De las tres marinas occidentales que poseían unidades aptas para esta operación (Estados Unidos, Inglaterra y Francia), ninguna contaba con apoyo logístico disponible en el teatro de operaciones o su cercanía, para apoyar a los submarinos fuera del mar territorial, en operaciones prolongadas, con la necesaria cobertura de sus operaciones. Se exceptúan los submarinos nucleares por su tamaño, que los hace no operables en la plataforma continental. 

Existió la sospecha que el intruso era de origen británico. Pero el embajador inglés declaró que "era imposible". Igualmente, tuviese la bandera que tuviese el submarino, ninguna hipótesis lograba explicar cómo había escapado a la destrucción o la captura en un golfo con la salida minada y tras tres semanas de vigilancia y nutrido ataque.

Un capitán de fragata español llegó a sugerir una hipótesis bien extraña: Enrique Manera, pensó que se trataba de un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial, de aquellos que llegaron a las costas argentinas tras la derrota nazi. Desembarcados sus pasajeros y carga clandestina, habría sido hundido por su tripulación y sus restos fueron detectados por la armada argentina quince años después, provocando toda la confusión subsiguiente.

Un tanto difícil de creer, porque no se explica cómo esos restos pudieron emerger tantas veces, evadir velozmente la persecución y verse ayudados por otros... ¿restos? de mayor tamaño. Imposible.

Tampoco se trataba de un submarino propio porque en lo que respecta a las aguas interiores, está prohibido el acceso de submarinos salvo circunstancias especiales.

Unos cuántos dijeron que lo que se estaba rastreando eran ballenas. Estaba bien claro que en la zona no habían cetáceos puesto que arriban al golfo a partir de junio-julio y tampoco se habían registraron avistamientos que, de haber existido, su detección hubiera sido inevitable ante tantos aviones y buques. Finalmente las características pesqueras del golfo confirman que no es habitual que entren al golfo cardúmenes, que también pueden producir falsos contactos.

Otros decían que no había ningún objeto bajo el agua, que solamente se trataba de una "cortina" para desviar la atención pública de otros temas más sensibles. Otra hipótesis era que se trataba de una operación montada por la Marina para justificar la compra de armamento moderno a Estados Unidos.

Para otros, se trataba de un OVNI, pero submarino, o sea, un OSNI. Esto explicaría que el objeto tendría una capacidad superior a prueba del ataque de los argentinos. Una nave tan sofisticada que era prácticamente indestructible. Esta teoría del OSNI no fue formulada en esa época, sino varios años después. La respuesta posible fue pensar en tecnologías avanzadas, muy lejos de nuestras posibilidades.


LOS AÑOS SIGUIENTES

En este estado de la situación no resultó extraño que periódicamente, en plena década de los 60, se denunciaran intromisiones foráneas en nuestro mar Argentino:

El 18 de enero de 1961 a las 10:45 Hs., dos destructores de la marina Argentina toman contacto con un misterioso sumergible aguas adentro, en la región de El Rincón, en el golfo de San Julián, Santa Cruz. Durante las siguientes dos horas se inició una infructuosa persecución en la que se llegaron a lanzar cuatro bombas de profundidad.

El 18 de marzo de 1966, a las 16:00 Hs., el agricultor    patagónico Carlos Corosan, distinguió el vuelo de un objeto con forma de “cigarro”, color gris oscuro y con su superficie completamente lisa, a unos 16 kilómetros de la localidad de Puerto Deseado (Santa Cruz). Al principio emitía un leve sonido pero luego se percibieron explosiones acompañadas de una humareda y de repente el intruso se precipitó a las aguas, no muy lejos de la costa ¿Fue Corosan testigo privilegiado de un accidente, de un verdadero UFOCRASH?


Lo cierto es que al mes siguiente, el 27 de abril a las 21:50 Hs., varios pobladores de Río Gallegos, Santa Cruz, reportan la aparición, durante tres minutos, de un objeto volador brillante, de gran porte, como una verdadera “ciudad aérea”, quien realiza un viraje de 90° y toma rumbo hacia el este

Don Eduardo Ernesto Verón Valussi narra su experiencia cuando servía en la Armada Argentina y en navegación se dirigía hacia el sur del país: “Fue una noche del mes de octubre de 1967, cerca del golfo San Jorge. Todos los marinos de la flota que se hallaban despiertos pudieron ver una formación en triángulo a gran altura, de más de veinte luces redondas en velocidad moderada rumbo sur. Al día siguiente fue comentario en todo mi buque. Hasta donde yo sé, la novedad quedó registrada en el libro correspondiente”.

Veinte años después, la noche del 3 de junio de 1988, un petrolero de YPF alerto sobre la extraña presencia de un “objeto flotante no identificado” (OFNI) en la zona de la bahía San Blas, el llamado “paraíso de  los pescadores”, en el sur la provincia de Buenos Aires. Enterado el por entonces Ministro de Defensa, José Horacio Jaunarena, dio la orden al Jefe de Operaciones Navales, vicealmirante Mario Arduino, para su inmediata búsqueda. Participaron aviones de la base Comandante Espora, un avión Electra 6-P-101 de la base Almirante Zar de Trelew, la corbeta “Grandville” y el destructor “Sarandí”. El resultado fue negativo, pero quedó el interrogante de cómo el intruso pudo maniobrar en la zona del faro de la segunda barranca, cuya profundidad no supera los 30 metros


Para culminar estos incidentes de enigmáticas naves en nuestra aguas, traemos a colación el caso de Mario Rubén Viola, quien me manifestó que, estando en el servicio militar, en el batallón de vehículos anfibios sobre la bahía, en la zona de Punta Alta, una noche de abril de 1989, a las 02:00 Hs. de la madrugada, repentinamente distingue una luz a unos 500 metros de la costa, estática y muy brillante sobre el agua. Preparó su arma, apuntó y observó la misteriosa luminosidad durante unos 10 minutos. Era tal su intensidad que llegaba a iluminar la costa. Súbitamente se apagó y no la volvió a ver por el resto de la noche. Cuando comentó el episodio a sus superiores, le dijeron que no era nada extraño, seguramente luces de un barco esperando entrar a puerto (?)


EPÍLOGO

A partir de 1990, con mi entidad, la FAO, iniciamos permanentes excursiones a la zona de Punta Indio y Punta Piedras, linderas a la bahía Samborombón. Dicha región había sido CLAVE en la investigación del Fenómeno OVNI en los años 60, especialmente con aquella persecución del teniente Federico Machain a un OVNI que merodeaba la Base Aeronaval de Punta Indio durante varios días. Desde allí se giraban, por entonces, los famosos formularios a los testigos que manifestaban haber observados dichas anomalías. Llevamos ya tres décadas de vigilias e investigaciones zonales y siempre aparecen nuevos sucesos que tienen como sello las aguas ribereñas. Todo esto no hace más que confirmar que esa zona que, afortunadamente, REDESCUBRIMOS en los 90, continua vigente y los OSNIS que alberga son una realidad, la misma que la de los golfos patagónicos



Créditos:
“Humanidad y Cosmos”: www.programacontactoconlacreacion.blogspot.com
Francisco Mañez.-
Ignacio Montes de Oca.-