sábado, 23 de enero de 2021

“RASTREROS” EN LA NOCHE…

Por Luis Burgos (FAO - ICOU)

INTRODUCCIÓN

El Fenómeno Rastrero es una de las variantes que hemos incorporado a la investigación OVNI en las últimas décadas, luego de haberlos vividos en más de una oportunidad en los asombrosos sucesos de Gobernador Ugarte, allá por 2002, cuando “descubrimos” esa mini zona caliente en la provincia de Buenos Aires. A partir de entonces, una treintena de episodios se almacenan en nuestro Banco de Datos (1947-actualidad) Pero, ¿de qué se trata realmente? Son manifestaciones lumínicas anómalas que se deslizan por los caminos de tierra, en pleno campo o en una ruta y que jamás levantan vuelo, es decir, desaparecen abruptamente luego de varios segundos o minutos de observación. A estar por la luminosidad que irradian, su estructura debería ser de pequeño porte, posiblemente similares a Sondas, pero en estos casos, rastreras. Cualquier desprevenido quedará asombrado “al ver que se acerca a ras del piso una luz en las inmediaciones, similar a un automóvil o una moto, y se apaga de golpe, sin divisarse entonces que fue lo que la produjo

Por tanto, y a partir de todo esto, en las famosas vigilias nocturnas recomendamos no mirar siempre el cielo, sino también en el entorno de la superficie que nos rodea



EL PRIMER RASTRERO ARGENTINO

Sucedió en 1939 en un campo de la localidad de Villa Sena, en el oeste bonaerense, cuando el joven Daniel Disco se desplazaba en un sulky por una senda vecinal y se sorprende al ver que comienza a acompañarlo una extraña luminosidad similar a “un aro o anillo vertical” de poco más de un metro de diámetro, girando con el mismo sentido de rotación del carro, al costado del camino y a menos de cinco metros de su persona. De color blanco y en completo silencio, lo siguió un buen trecho hasta que se “esfumó”, ni siquiera se alejó. El caballo no se inmutó durante el trayecto ni Disco tampoco optó por apresurar la marcha un caso que nunca se borró de su mente, pues tuve la suerte de entrevistarlo 40 años después, allá por 1979.

 


EL ENCUENTRO DE FERRARI

El 28 de diciembre de 2020, la gloriosa y pionera FAO, cumplía 36 años de existencia y a pesar de la pandemia, decidimos reunirnos al aire libre para conmemorar la fecha, festejando entre todos con una vigilia nocturna una más de las centenares realizadas hasta la fecha. Si, leyó bien, centenares

El lugar elegido, como no podía ser de otra manera resultó EL NIDO ARGENTINO y allí adentro, el sitio convocante fue Ferrari, exactamente en el puente de hierro del río Samborombón, que viborea por los campos hasta desembocar en la misteriosa bahía. Ocurre que en ese lugar, ya resultaron varios los incidentes OVNI de envergadura acontecidos en las últimas décadas. La noche acompañó en parte, ya que pasadas las 01:00 Hs. una fina llovizna comenzó a caer en la región, que se transformó luego en lluvia fuerte ya cuando transitábamos por la ruta N° 36, rumbo a La Plata.



Walter Romero, junto a su hija Valentina (14) y sus hermanos Lito, Néstor y Manuel, fueron uno de los primeros en emprender el regreso de 28 kilómetros de tierra que unen el puente y la ruta. A marcha lenta con su camioneta Partner, debido a la oscuridad reinante y el mal estado del camino, todo transcurría con total normalidad, hasta que unos kilómetros antes de salir a la ruta y previo a traspasar un pequeño puente sucedió lo imprevisto:




Una gran luminosidad, blanca y brillante a lo lejos, se acercaba en sentido contrario a moderada velocidad. Creyendo en una camioneta o camión con sus luces largas, Walter atina a bajar las de su móvil y en ese mismo momento la fuente de luz, que a esa altura, según los testigos, se encontraba a no más de 200/300 metros, se reduce a un punto y desaparece, o sea, no se observa el típico corte de luz cuando un auto apaga sus luces. A ambos lados del camino, se pudo observar un reflejo luminiscente que quedó por unos instantes. Al cruzar el puente, lugar donde aparentemente se apagó esa luz, los cinco testigos frenaron e indagaron si existían tranqueras que pudieran haberlos confundido con un auto o una camioneta entrando a un campo pero nada de eso divisaron. A los pocos minutos, Walter, aún no repuesto de su asombro comunica al grupo que aún estaba en la vigilia y todos salimos a su encuentro.



LA INVESTIGACIÓN IN SITU

Pocos días después, ya estábamos nuevamente en la zona con el grupo operativo FAO (Lucía López, Nelson Polanco y Juan Lanza), tratando de localizar el sitio exacto del suceso. Un puentecito era el indicador que allí había sucedido el encuentro. Lo más llamativo de todo resultó comprobar que la única entrada, a unos 100 metros del puente, es una tranquera que inicia luego un camino de más de un kilómetro de campo sin árboles, hasta llegar a una vivienda. Por ello, resultaría imposible que, de tratarse de un móvil, éste tuvo que haber girado, frenado, abrir la tranquera y enfilar todo el recorrido “a oscuras”, ya que la visibilidad era perfecta y no había nada que impidiera visualizar sus luces transitando por la calle del campo. A partir de allí, en los siguientes metros no se vislumbra nada anormal que los pudiera haber confundido, por ejemplo, luminarias a los costados del camino. A ello se le suma que Walter, amante de la pesca, es una persona conocedora de las noches campestres y sabe distinguir, inclusive, el reflector de los cazadores. Pero esto era totalmente diferente.



EPÍLOGO

Queda el interrogante sobre qué hubiera pasado si Walter no baja las luces altas, ya que al parecer “la misteriosa fuente de luz” reaccionó al estímulo de Walter y allí concluyó el evento, como tantas veces este Fenómeno ya nos tiene acostumbrados a reaccionar ante ciertos comportamientos humanos: gritos, juego de luces, toque de bocinas, etc. Y allí se produce el fin de la contingencia

Un caso más de un Fenómeno Rastrero que al parecer no solamente merodea la región de EL NIDO, sino que a medida que se va conociendo el mismo, son muchos los que nos escriben afirmando haber observado estas anomalías en otros rincones de nuestro país, generando dudas en los testigos al no asociarlos a objeto volador alguno, ya que “el rastrero nunca levanta vuelo”.